Después de un año aun sigo pensando en ti. Hoy al despertarme
un rayo de luz entro por la rendija de mi ventana. Maldita sea, no lo selle por
completo.
El dolor aun me retuerce las entrañas, quiero vomitar y una
mezcla de sangre con yogurt está en mis labios. Con pereza he comenzado el
tortuoso proceso de levantarme de cama, mis cabellos aun enmarañados me atormentan. En mis memorias busco tu
imagen al levantarte y recuerdo que tú, como una doncella siempre tenías todo
perfecto y hermoso.
Al pasar a la otra habitación he chocado con mi reflejo en
ese espejo, me acerco y veo a otra persona, no hay sonrisas y la comisura de
los labios esta forzada, débil y triste. Puedo ver arrugas y manchas en mi
rostro. El dolor se refleja en mi caparazón externo.
Con asco me alejo se esa imagen, me coloco mis sandalias y abro
la puerta que da al jardín de cemento de esa casa. Un dolor cruza mis sienes al
recibir esa luz maldita del sol, que me recuerda un nuevo día sin ti.
Los perros de los vecinos ladran al percibirme, pues ellos más
que nadie conocen mi ira y creo que me tienen miedo, pues desde que me mude a
este lugar me miran con recelo.
-
Buenos días señor. Me dice la esposa del vecino, regando los
sauces de bonsái de su jardín en la terraza.
-
Ah, buenos días. Le contesto de manera
desganada. Ella ha creído toda la historia que le conté sobre mí. Así que su
instinto maternal se activa al verme.
Le dirijo una sonrisa risueña y me esfuerzo para que no note
que el día me repugna. Muevo ágilmente mi mano izquierda haciendo un ademan de
saludo despedida y avanzo con pasos rápidos
volviendo a mi oscuridad.
Pronto serán las 11 de la mañana y debo salir, en mi mochila
alisto lo necesario para poder pasar desapercibido y llegar a la Compañía
Furer. Hoy es el día en que llegan
nuevos miembros de prueba al entrenamiento
y posterior selección. Debo borrar
las huellas de sangre que están en mi uniforme y colocarme un perfume que
neutralice el olor de azufre, menuda proeza.